Siempre me he preguntado, y siempre me preguntaré cual es la razón por la que nos creemos las películas y además nos encandilamos con ellas y, peor aún, aspiramos a ser como alguna de sus protagonistas.
Reconozco que mi época de mutación con Carrie Bradshaw de Sexo en Nueva York ya pasó cuando, por fin, entendí que nunca llegaría a usar la talla 34, ni la 38…, y que tampoco llegaría el día en que pudiera salir a comprar “Manolos”, ni vivir de lo que escribo. Así que lo único que quedó fue la fascinación por el Sexo y por Nueva York, y en ese orden…
Luego, con la edad y el sentido común, tuve una obcecación infame por la protagonista de “Alias”, un personaje interpretado por Jennifer Garner, y que trabajaba como agente de la CIA infiltrada en una organización criminal.
Tenía gran fortaleza, física y mental, era experta en Kick Boxing y hablaba 22 idiomas… Vamos, tan parecida a mí como la noche al día… Pero yo veía la serie y me sentía fuerte y estupenda y soñaba en que algún día podría ser así… Cuando ¿??
Esta obsesión me duró poco, la Cia no es lo mío, y me pasé al lado oscuro. Ahora soy fan absoluta de Parker, una ladrona estupenda de la serie “Las Reglas del Juego”, que roba a los pobres para dárselo a los ricos… Me quito de “robá” porque no estoy nada ágil y para ser ladrona de pro hay que colgarse de los ascensores, saber escalar, volar cajas fuertes, piratear programas informáticos… y yo todavía no me aclaro ni con el Facebook…
El caso es que el otro día lo hablaba con mi amiga Flor, y realmente nos pasa muy a menudo, sentimos una fascinación absoluta por ciertos personajes que no existen, y babeamos con las historias de amor de las películas, quizá porque sabemos que nunca nos ocurrirá algo así… O si ¿???