Qué pasa cuando los padres se hacen mayores ¿??
El otro día acudí al hospital a visitar a una amiga, y me llamó la atención que en la planta donde estaba ingresada había una mayoritaria población de gente mayor, muchos solos y solitarios, buscando cruzar miradas y entablar conversación. Faltaba cariño.
Esto me hizo pensar en los pequeños dramas domésticos que se crean cuand
o los progenitores se hacen mayores.
Qué pasa cuando envejecen y enferman, cuando necesitan ayuda para vivir una vida cotidiana, que ya no lo es y que se convierte en una nueva lucha diaria en la que hay que aprender de nuevo, como un niño, a valerse por sí mismo con nuevos y escasos recursos físicos. Qué pasa entonces ¿?
Nuestra sociedad está enferma de carencias. Vivimos unos tiempos en los que, por haber estirado más el brazo que la manga, no podemos permitirnos casi nada, y aun así nos lo permitimos, y no podemos dejar de trabajar, no podemos con los gastos extras que suponen los cuidados necesarios que nuestros padres merecen, y eso nos convierte en víctimas morales de la decadencia familiar. Eso aboca en residencias y hospitales llenos de nuestros mayores solos y conformados, disculpando nuestras ausencias, y sentimientos de tristeza y culpa.
Pero por otra parte, es “ley de vida” , esa rueda que gira y gira con sus etapas y que nos hace vivir a jornada completa todos los ciclos de la vida, nacimiento, crecimiento, vejez y muerte. Mi gran pregunta es: cómo tenemos que vivirlo ¿??
Me cuesta creer que ver envejecer y sufrir a personas queridas podamos hacerlo con naturalidad, y sin embargo en el mundo animal, y en la naturaleza, que dicen que es sabia, así se vive, con la naturalidad del que acepta que el ciclo se acaba, y con la mirada resuelta. Sin lloros. Sin dramas.
Será que aunque somos animales, los sentimientos nos distinguen un poquito del resto de especies, a mí sí me parece un drama y se me hará muy difícil cuando me toque enfrentarme a un decaer, a una distancia, y a un continuar mi vida sin que se me desgarre el corazón por no saber si tengo o no que dejar aparcada mi vida, para ver el fin de otra…
A mí me convulsiona.
El otro día acudí al hospital a visitar a una amiga, y me llamó la atención que en la planta donde estaba ingresada había una mayoritaria población de gente mayor, muchos solos y solitarios, buscando cruzar miradas y entablar conversación. Faltaba cariño.
Esto me hizo pensar en los pequeños dramas domésticos que se crean cuand
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Qué pasa cuando envejecen y enferman, cuando necesitan ayuda para vivir una vida cotidiana, que ya no lo es y que se convierte en una nueva lucha diaria en la que hay que aprender de nuevo, como un niño, a valerse por sí mismo con nuevos y escasos recursos físicos. Qué pasa entonces ¿?
Nuestra sociedad está enferma de carencias. Vivimos unos tiempos en los que, por haber estirado más el brazo que la manga, no podemos permitirnos casi nada, y aun así nos lo permitimos, y no podemos dejar de trabajar, no podemos con los gastos extras que suponen los cuidados necesarios que nuestros padres merecen, y eso nos convierte en víctimas morales de la decadencia familiar. Eso aboca en residencias y hospitales llenos de nuestros mayores solos y conformados, disculpando nuestras ausencias, y sentimientos de tristeza y culpa.
Pero por otra parte, es “ley de vida” , esa rueda que gira y gira con sus etapas y que nos hace vivir a jornada completa todos los ciclos de la vida, nacimiento, crecimiento, vejez y muerte. Mi gran pregunta es: cómo tenemos que vivirlo ¿??
Me cuesta creer que ver envejecer y sufrir a personas queridas podamos hacerlo con naturalidad, y sin embargo en el mundo animal, y en la naturaleza, que dicen que es sabia, así se vive, con la naturalidad del que acepta que el ciclo se acaba, y con la mirada resuelta. Sin lloros. Sin dramas.
Será que aunque somos animales, los sentimientos nos distinguen un poquito del resto de especies, a mí sí me parece un drama y se me hará muy difícil cuando me toque enfrentarme a un decaer, a una distancia, y a un continuar mi vida sin que se me desgarre el corazón por no saber si tengo o no que dejar aparcada mi vida, para ver el fin de otra…
A mí me convulsiona.