El día de ayer fue muy interesante.
Estuve trabando todo el día en la City.
Para mí, viajera incansable, aunque debo confesar que ya me canso un poquito, y culo de mal asiento, salir de vez en cuando de la oficina, aunque sea por un día me da energía, y si además tengo que trabajar en una de las ciudades más bonitas del mundo, como es, para mí, Barcelona, pues todavía más.
Así que empecé el día muy temprano, armada con mi mejor abrigo y mi café Starbucks, que me encanta, en el aeropuerto, a recoger a un grupo de madrileñas muy cañeras que venían a una convención en Barcelona. Me las llevé a la calle Petrixol, preciosa, en el casco antiguo a que desayunaran un buen “pa amb tomaquet” y luego el famoso chocolate con churros, y luego las dejé en un palacio impresionante situado en el Borne, para que asistieran a su reunión.
Eso me dejó 2 horas libres antes de un almuerzo amenizado por actores y una visita teatralizada que les organicé para que conocieran el barrio con una visión de 1800 y la evolución hasta hoy...
A mi me encanta perderme por el Born, sus calles estrechas, sus tiendas fantásticas, sus museos espectaculares en la calle Montcada, sus piedras rebosantes de sabiduría, arte e historia, la belleza sin par de la Iglesia de Santa María del Mar, sus gentes de todas partes, sus restaurantes, sus cafeterías...
En una callejuela estrechísima que va a dar a la Calle Princesa, en una esquina casi imperceptible hay una cafetería-biblioteca que me apasiona.
Entrar allí es co
mo viajar a mil mundos diferentes. Gente de todos los colores, de todos los tiempos, multiculturales, plurales... todos, que son bien pocos, porque es un local pequeño y muy acogedor, unidos por la pasión literaria y por el café estupendo que sirve doña Maria... A mi me encanta ir. Muchas veces me siento y no leo, observo y se me pasan las horas volando.
Ayer conocí a Kate.
Kate es una chica rubia, de muy blanca tez, y con unos ojos verdes inquisitivos, curiosos e inquietos. Es pelirroja e irlandesa para más información. Viajera nata y observadora profesional, y creo que mejor analista.
Estaba sola, sentada en una mesa frente a la mía y me llamó mucho la atención ver con que fruición y arrobo miraba al camarero, bastante guapo por cierto. Eso hizo que me fijara en él... y él correspondía a sus miradas con mayor intensidad.
Está claro que están perdidamente enamorados, me dije, orgullosa de haber averiguado tal evidencia ¡!!
Como buena observadora, Kate se fijó en que yo me había fijado en ella, y más allá de mi fijación, vió mi identificación colgando de una bonita cinta de mi empresa de turismo, y vio mi contador de personas, también colgando junto a mi móvil y todas las cosas que cuelgan alrededor de mi cuello cuando trabajo, y desperté su curiosidad, tanto como ella había despertado la mía.
Y con toda naturalidad nos miramos, sonreímos, se sentó en mi mesa, le hizo una seña a Davide, su amor, para que nos llevara más café, y empezamos a hablar, y me contó su historia de amor, la historia de amor más bonita del mundo...
Así que empecé el día muy temprano, armada con mi mejor abrigo y mi café Starbucks, que me encanta, en el aeropuerto, a recoger a un grupo de madrileñas muy cañeras que venían a una convención en Barcelona. Me las llevé a la calle Petrixol, preciosa, en el casco antiguo a que desayunaran un buen “pa amb tomaquet” y luego el famoso chocolate con churros, y luego las dejé en un palacio impresionante situado en el Borne, para que asistieran a su reunión.
Eso me dejó 2 horas libres antes de un almuerzo amenizado por actores y una visita teatralizada que les organicé para que conocieran el barrio con una visión de 1800 y la evolución hasta hoy...
A mi me encanta perderme por el Born, sus calles estrechas, sus tiendas fantásticas, sus museos espectaculares en la calle Montcada, sus piedras rebosantes de sabiduría, arte e historia, la belleza sin par de la Iglesia de Santa María del Mar, sus gentes de todas partes, sus restaurantes, sus cafeterías...
En una callejuela estrechísima que va a dar a la Calle Princesa, en una esquina casi imperceptible hay una cafetería-biblioteca que me apasiona.
Entrar allí es co
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0B2tqGN44OHMCULE77pn5NA6JuPwy5_qzewMqT_XQG8s2Cb0QBWRixWV_m85snqjsR8hlxNE9oAtG81y7dKxWbIwsdES0AcITROw8C-Fzuo0lQWbiplWXXL_3O2p3c95wxQOM1HjqIXn5/s320/barcelone_montcada_s.jpg)
Ayer conocí a Kate.
Kate es una chica rubia, de muy blanca tez, y con unos ojos verdes inquisitivos, curiosos e inquietos. Es pelirroja e irlandesa para más información. Viajera nata y observadora profesional, y creo que mejor analista.
Estaba sola, sentada en una mesa frente a la mía y me llamó mucho la atención ver con que fruición y arrobo miraba al camarero, bastante guapo por cierto. Eso hizo que me fijara en él... y él correspondía a sus miradas con mayor intensidad.
Está claro que están perdidamente enamorados, me dije, orgullosa de haber averiguado tal evidencia ¡!!
Como buena observadora, Kate se fijó en que yo me había fijado en ella, y más allá de mi fijación, vió mi identificación colgando de una bonita cinta de mi empresa de turismo, y vio mi contador de personas, también colgando junto a mi móvil y todas las cosas que cuelgan alrededor de mi cuello cuando trabajo, y desperté su curiosidad, tanto como ella había despertado la mía.
Y con toda naturalidad nos miramos, sonreímos, se sentó en mi mesa, le hizo una seña a Davide, su amor, para que nos llevara más café, y empezamos a hablar, y me contó su historia de amor, la historia de amor más bonita del mundo...
Pero es una historia larga, que hay que contar despacito... será en el próximo post...