sábado, 17 de enero de 2009

La Felicidad está en las Caderas

Hace unos días empecé una seminario-terapia, y yo sin saberlo, de tarotismo, numerología, y ciencias ocultas. Y bien ocultas, porque yo al entrar no las ví, si no seguro que no entraba...
El caso es que yo, que arrastro una contractura cervical desde hace más años de los que puedo recordar, me decidí a invertir en mi espalda, y dejar de patrocinar al textil durante un tiempo. Así que decidida, me dirigí a un centro de “belleza integral” que hay en mi pueblo, donde me habían comentado que M era un gran masajista.
Mis cervicales y yo fuimos esperanzadas.
La verdad es que el masaje fue toda una revelación, y no sé en qué momento, o cual fue el motivo por el que M, el gran masajista, creyó que podría interesarme una conversación esotérica mientras masajeaba mis maltrechas cervicales.
El caso es que empezó a hablarme de numerología, de figuras del tarot y del lenguaje del cuerpo, que habla, que es sabio y no se calla. Me explicó el porqué de la flacidez de mi barriga, el tamaño de mi trasero y la amplitud, considerable, de mis caderas... No es el chocolate, oh sorpresa!, son las emociones ¡!!!!
Ya sabéis que yo soy una descreída y que a mí todas estas cosas me parecen, desde el respeto, un tema como otro d qué hablar y que la vida es simple, y estas cosas no hacen más que complicarla.
Pero debo reconocer que M, el gran masajista, supo atraparme con su cháchara, y despertó mi interés y mi curiosidad por entender la vinculación de mis caderas a mis emociones.
Realmente lo que me comentaba tenía cierta lógica, porque bien es cierto que las emociones van ligadas a la rutina de la vida diaria, a la ansiedad que te provoca el estrés y que te lleva irremediablemente a las puertas del paraíso, al chocolate...
Pero también me habló de la fuerza psíquica, de la importancia de la numerología y del número de nacimiento para leer entre líneas el comportamiento de cada uno. Yo soy un 6, pero no un 6 común, sino un 3+3, y eso es lo que hace que tenga el cuerpo que tengo, y no la genética, que es lo que yo pensaba que influía en el físico.
Pero hubo algo que sí que me llamó poderosamente la atención. El concepto de la felicidad. Me dijo que fuera feliz, y yo le contesté que ya lo era, y mucho, y me preguntó cual era mi concepto de la felicidad... Mi vida maravillosa, al lado de mi pareja, mi familia, mi trabajo... todo lo que tengo y me hace feliz...
Pues no ¡! Concepto equivocado. Ser feliz no es lo que tienes, es lo que eres... ( me suena a un anuncio de relojes). Pero me puse a pensar, profundamente sobre este tema, y quizá tenga algo de razón, porque no es lo material, o lo que te rodea, o las personas que tienes al lado las que suman tu felicidad, es la paz y el equilibrio contigo misma, la relación más difícil del mundo de mantener, la que te da sosiego o inquietud, tu propio yo, el más profundo, esa balanza es la que, en el fondo, marca la felicidad.
Y según M, el gran masajista, eso lo marcan las caderas...


Por cierto, mis cervicales mejor, gracias.